martes, junio 28, 2005

"Historia de dos Ciudades" o "Si Armando hubiera viajado en camión"

De carretas y camionetas.

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. De este modo Charles Dickens comienza su obra inmortal “Historia de dos Ciudades”, de este modo comenzó también mi lectura con la carreta nacional que separa a Nuevo Laredo de Monterrey. En el libro, hay un carruaje con empresarios escoltados por un policía, un mensajero, el temor constante a los ladrones y un camino que los lleva a Paris. Conmigo hay un abogado y un contador en una camioneta del trabajo y la carretera que nos dirige a Monterrey. Bolsas de papitas, conversación y un cigarro que irremediablemente se desprendió de mi mano por la acción del viento a través de la ventanilla, me vi por el espejo retrovisor y descubro que tengo esa expresión de que he encontrado el significado de la vida en el libro que sostengo en las manos (es decir, que tenía mi cara de idiota), Edgar (para unos abogado, para otros algo así como que un Alebrije) se dio cuenta de mi rostro y se burló como era de esperarse mientras mi mente seguía perdida entre cabildos e ideas que ahora mi mente intenta rescatar. Para un tampiqueño alejado de su casa por casi tres años o para un veracruzano con la vida en Laredo y el corazón en Puebla, viajar a otra ciudad es cosa de cada fin de semana, el pretexto puede ser el salir de la rutina de la oficina, ver a familia y amigos o como en esta ocasión, llevar a Armando Olivo, personaje leve que aparece y desaparece de la conversación de cuando en cuando, a la ciudad de las montañas.

Referencias.

¿Para dónde?, ¿Es para la derecha?. No, para la izquierda. Era para la derecha. ¿Esa calle para dónde sale?. Era por abajo del paso a desnivel. Bueno, salió mejor por arriba, aquí derecho salimos a Colón. El Alebrije creía que porque viví en Monterrey y voy de cuando en cuando, conozco la ciudad como la palma de mi mano, cuando en realidad no conozco bien ni la palma de mi mano. En la siguiente te das vuelta. No, es contra.

Madero y Aguirre Pequeño.

Compartir la casa con otra gente puede ser difícil, terminan convirtiéndose en tus enemigos a muerte por el turno para entrar al baño o se convierten en tus amigos entrañables, quién ha compartido una casa sabe que en realidad es un poco de ambas cosas. De los habitantes de mi casa de Pig Brother, Pedro es por mucho el mas pintoresco y desde el día anterior estaba en Monterrey. Otro, el Alebrije, seguía conmigo en la camioneta e intentaba comunicarse con Pedro (quien es de hecho regiomontano, a veces es medio tonto pero bien intencionado), quien dicho sea de paso, nunca contestó. Llevamos a Armando a la oficina de Monterrey, dejó su computadora, lo llevamos al hotel, se perdió entre la gente del lobby y nosotros nos perdimos también, íbamos a plaza Fiesta San Agustín y terminamos rumbo a Galerías, de todos modos ahí venden CDs.

A mis veinticinco años no conozco mucho de la vida, sin embargo he notado que una característica de los accidentes es que suelen caer de sorpresa, mientras un veracruzano y un tampiqueño esperaban a que el semáforo se pusiera en verde para continuar con su desorientado viaje, un señor taxista al tiempo en que conduce, victima de un franco apasionamiento por el partido de futbol América-Rayados, frena intempestivamente su auto cuando el pasajero le recuerda que va sobre la avenida madero y que no esta sentado en su sofá de terciopelo rojo forrado con plástico transparente mientras su esposa cansada de tanto esperar, se sienta frente a la ventana de la cocina con la esperanza de que en cualquier momento se le termine de escapar la vida. Sonido de llantas rechinando, un choque mas para las estadísticas de Info 7. El lado derecho del taxi se impacto contra nosotros, abollando su salpicadera, arrancando de su vehículo el espejo retrovisor y de la mente del Alebrije el siguiente pensamiento: “Ya nos fregaron”, el lado izquierdo del taxi se impactó contra una pick-up que esperaba también la luz verde, el Alebrije pensó: “Ya se fregaron”, en realidad todos nos fregamos. Durante dos horas, la esquina de Madero y Doctor Aguirre Pequeño fue nuestro lugar de residencia, taxista y extranjeros compartían la televisión que fue causa de aquel apasionamiento futbolístico dentro del taxi y terminamos de ver el partido, quién me conoce sabe que el futbol no es mi fuerte, ese día me enteré de que los choques tampoco.

Bienvenida.

Comida, llamadas telefónicas, encuentros que no pudieron ser, mucho ruido en Galerías, los mentados CDs, de Pedro ni sus luces, una servilleta se convirtió en carta, esperemos que un día llegue a su destino. Ocho de la noche. Ahí pagas la cuenta. Para allá esta Laredo. Nunca dimos con un cajero. El regreso que es rutina para el viajero. Hay tiempos en la vida de cada quién que igual que son los peores son los mejores, tiempos en que el cambio se abre camino, en los que eres muy grande para algunas cosas y muy viejo para otras, en los que hay que tomar decisiones, en los que familia y amigos son apoyo, son consejos, regaños, son risas y llamadas telefónicas de las que nunca quisieras terminar, son felices encuentros inesperados, son tristes despedidas, son calidez para esa gente que vive historias en dos ciudades o en tres, con la vida en un lugar y el corazón repartido en varios, en las personas que ha conocido. Un mensaje nos da la bienvenida a Laredo. Bienvenido me siento en Laredo, en Tampico, en Monterrey, en Reynosa, en todos los lugares donde hay gente a quien considero mis amigos.

1 Comments:

At 8:45 a.m., Anonymous Anónimo dijo...

Chido loco, mejor que el otro blog

 

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